El pasado sábado uno de diciembre de 2018 partimos a las 11 de la mañana desde Valladolid hacia el sur de Marruecos (Merzouga) un equipo formado por tres pilotos españoles, Alfonso Luiban de Vigo, Andoni Coco de Zamora y Roberto Pérez de Valladolid.
La primera etapa del viaje fue hasta Almería, donde nos encontramos con el resto de compañeros que íbamos a iniciar esta aventura, total ocho equipos con muchas ganas e ilusión por poder volar en un sitio mágico como son las dunas del Erg-Chevi.
Cogíamos el ferri hasta Melilla (7 horas para cruzar), navegando toda la noche, al día siguiente desembarco, control en la frontera para entrar en Marruecos y rumbo a Merzouga, nos esperaba un largo viaje de otras 10 horas hasta llegar al desierto. Una vez alojados en el hotel, dormimos como bebés.
Conseguir los permisos para poder volar en Marruecos no es fácil, mucho papeleo, burocracia, contactos y sobre todo el miedo que ellos tienen a que un globo sobrevuelo un puesto militar, un Palacio Real o que podamos pasar la frontera hacia Argelia, eso les aterroriza. A última hora del lunes tenemos el permiso para volar en las dunas el martes 3 y miércoles 4 y nos deniegan el permiso a volar en Fez; así y todo estamos contentos de poder hacer algo extraordinario como es volar por las dunas.
Al día siguiente nos levantamos temprano, a las 5:45h de la madrugada y casi sin desayunar preparamos todo el equipo necesario para volar, llevamos gas para el primer vuelo; partimos en caravana hacia el nordeste del hotel, donde después de tirar un par de globos de helio para ver la dirección del viento y su velocidad, decidimos montar los globos en un lugar muy amplio a los pies de las dunas; comienza a amanecer y los globos van tomando forma, todos estamos deseosos de salir a volar y ver como el sol naciente impacta en la arena creando esas preciosas sombras alargadas. A parte de los 8 globos que salimos a volar, nos acompaña un noveno, de Josep, un chico marroquí que acaba de sacarse la titulación y quiere empezar hacer vuelos turísticos en la zona, si lo consigue, estoy seguro que le irá muy bien y será otro lugar precioso en el mundo donde poder volar en globo.
Los vientos son suaves, lo cual nos permite disfrutar muchísimo de las
magníficas y preciosas vistas que tenemos desde nuestro globo, en el cual vamos
los tres pilotos, Alfonso, Andoni y yo. La dirección del viento nos lleva hacia
la zona hotelera, lo cual facilita al equipo de tierra nuestro encuentro con
ellos.
Después de terminar el vuelo, las sensaciones son de felicidad, de satisfacción, de haber volado por un sitio extraordinario, esos montones de arena a nuestros pies con un color rojizo nos dejan impresionados; también se ven palmeras, algún que otro oasis, dromedarios y turistas que se levantan a ver amanecer y que se encuentran con la grata sorpresa de ver en el cielo nuestros globos.
El vuelo del miércoles por la mañana fue muy parecido al del martes, viento flojo y más del este; después de algún que otro coche atollado en la arena hasta llegar al lugar de despegue, conseguimos salir a volar con la misma ilusión que el primer día, sabiendo que lo que nos espera es una amanecer precioso.
Ese mismo día se decide que vamos a volar también por la tarde, el tiempo apremia ya que hay que tener en cuenta que la noche se echa encima enseguida, los vientos son muy suaves y hay que intentar cruzar las dunas antes de que caiga el sol y no se vea nada.
Montamos y salimos a volar, cogimos bastante altura de primeras y casi no nos movíamos del sitio, con lo cual perdimos veinte minutos de sol y no habíamos avanzado ni un metro, bajamos y el viento muy poco a poco nos va metiendo hacía la arena, el atardecer es precioso, el sol cae muy deprisa y cuando nos queremos dar cuenta prácticamente está a nuestra altura y aún nos queda un tramo bueno para llegar a una zona óptima donde pueda llegar el vehículo de apoyo sin dificultad; seguimos volando a 5 o 6 km/h, muy despacio, el resto de compañeros están como nosotros, aun encima de las dunas, intentando salir de ellas antes de que se haga de noche; se mete el sol y minutos después aterrizamos correctamente en un camino a donde puede llegar perfectamente nuestro vehículo de apoyo. Si el amanecer es bonito, ver atardecer desde el globo es impresionante, creo que es uno de los atardeceres más espectaculares que he visto en mi vida.
Aunque solo pudimos volar dos días, la experiencia ha merecido la pena.
Agradecer a Pere Miquel por organizar el viaje, a Josep (el chico marroquí por su gestión, tiempo en su país para conseguir los permisos así como su disponibilidad para todo lo que le pedíamos), a José María LLadó por preocuparse e ir con los dos anteriores a la firma de los permisos, al resto de equipos de vuelo por el buen ambiente que ha reinado y a mis compañeros Alfonso y Andoni por hacer este viaje realidad y sobre todo por vivir juntos esta experiencia.